viernes, junio 29, 2007

DIARIOS

ESTO ES DE ANOCHE. Cuando lo estaba escribiendo, se me apagó la máquina de pronto. Lo interpreté como un mensaje, un signo de algún dios supraterreno, y dejé de escribir. (Mirá si me caía un rayo. O espichaba.) Acaso ese dios quería, pienso ahora al releer lo escrito, que Cheever tuviera la última palabra. Así sea.



Me compré un libro de Cheever. Los diarios. Creo que es una de las mejores cosas que he hecho en la vida (me refiero al hecho de haberlo comprado).

Sucedió que hoy con Clara anduvimos. Nos metimos en un local de artículos para el hogar (permítanme utilizar estos términos de mierda, que son como otros cualesquiera) y compramos un par de tonterías. Pero, sí, sucedió que vi sobre una mesa, entre unos volúmenes de Isabel Allende y otros Santos Patronos Malnacidos, el libro que recoge los diarios de Cheever de casi toda la vida. Obviamente, a Clara no le cerró la circunstancia de que el libro saliera cuarenta y cinco mangos; pero lo pude negociar con ella (ya no sé qué le dije o qué le prometí) y finalmente accedió (quiero aclarar que la que puso la tarasca fue ella).

(TARASCA = Guita.)

Ahora lo tengo a Cheever acá, gordito, a mi lado, y abro el libro al azar. Parece que el tipo se la pasaba chupando. Mientras tanto, escribía.

Dice Cheever: "La botella de ginebra, la botella de ginebra. Me duele escribir esto. La botella está vacía."

jueves, junio 28, 2007

8 COSAS

Bases y condiciones:-
Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.-
Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.-
Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog-
Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario avisando que han sido seleccionadas para este juego.

Anais http://www.elmundodeanais.blogspot.com/
Luciano http://lacocinadeldiablo.blogspot.com/
Hipotermia http://eliglu.blogspot.com/
Cronopio http://monstruosdomesticos-cronopio.blogspot.com/
Guadalupe http://boticacultural.blogspot.com/
Flavia http://lachicadelasmoscas.blogspot.com/
Mi vieja.
Ramón, que no tiene blog.

Bases y condiciones:-
Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.-
Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.-
Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog-
Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario avisando que han sido seleccionadas para este juego



1 - Una vez, en cuarto grado de la escuela primaria, durante la clase de música de la señorita Rosa, me hice pis.Estábamos todos sentados, con las piernas cruzadas, cuando sentí la urgencia de la vejiga y supongo que de algú modo pensé: "Ya está. Que sea lo que Dios quiera" y comencé a orinar. Acaso este recuerdo no hubiera sido traumático si uno de mis compañeros, Julio B., que estaba sentado a mi lado, no se hubiera parado gritando, Se meó, Pedro se meó! Después, en el patio del recreo, como era invierno y hacía bastante frío, me salía humito, como a un tren. Luciana G., que iba a quinto grado, me miraba ir y venir entre los chicos. Yo la amaba con secreto ardor y nada me molestó tanto como el hecho de que ella fuera testigo de mi vergüenza.

2 - Nada me gustó tanto en mi vida como lo que pasó el verano pasado, en Villa Gesell, cuando llevé a mi hijita a conocer el mar. Abrazados bien fuerte, ella a upa y yo con el agua hasta los muslos, esperábamos las olas a los gritos. Su cuerpito temblaba. Le pregunté: Tenés frío? No!!!, me decía con los labios azules. Y los dos no parábamos de gritar: "Qué lindo!!!"

3 - Tengo la mala costumbre de robar en los supermercados. Una vez llegué a robar hasta siete bandejas de fiambre. Estaban escondidas entre mis ropas y casi no podía caminar por miedo a que se me cayeran.

4 - Siempre quise tener un perro cocker.

5 - Una vez caminé desde La Paternal hasta Ramos Mejía, porque no tenía plata para viajar, no me pude colar en el tren y cuando intenté manguear unas monedas a los casuales transeúntes, nadie me dio ni siquiera diez centavos. A la altura de Liniers, me metí a una panadería (eran las tres de la tarde y ese día no había comido nada) y le dije a la panadera: "Señora, no como desde ayer al mediodía, no tiene algo?" Mi aspecto era bastante saludable, sin embargo la mujer me dio una bolsa de facturas medio duras y me las fui comiendo en el camino.

6 - Alguna vez fui alcohólico, siempre escribí poesía y casi siempre estoy enamorado.

7 - Quisiera que alguien publicara mi novela. Y mis cuentos inéditos.

8 - A veces, en las noches, recorro la ciudad en bicicleta.

domingo, junio 24, 2007

1999

I


A ver (esto es un poco difícil de decir), ese fue un año en el que empecé a tomar pastillas ansiolíticas, pastillas que me recetó un siquiatra, empecé a laburar de hornero (era verano y frente a las puertas de los cuatro hornos que yo tenía que manejar, sudaba como un fakir enajenado, limpiándome a cada rato, con los brazos, la humedad excesiva de la cara); o sea que yo tomaba pastillas, que era verano y yo hornero, y además hice un curso de teatro en el que conocí a Cecilia, uno de los amores de mi vida, digamos que esto podría empezar así.
Pero, en realidad, lo importante había empezado un poco antes. El año anterior a éste, el 98, lo pasé casi por completo encerrado en el departamento de mi vieja, que por entonces también era mi casa; es decir, podía pasar dos, tres o cuatro meses sin salir a la calle, tiempo durante el cual mi actividad prácticamente exclusiva era escribir, escribir para la posteridad, para la gloria y para no tener que trabajar. Porque yo no quería trabajar; quería escribir. Ni siquiera quería estudiar; quería escribir. Y entonces escribía todo el día, desde la madrugada hasta la tarde. Tenía veintidós años, vocación y me encontraba obscenamente solo.
En esa época la noción del sonido y del silencio, estaba en mí mucho más viva que hoy. Para escribir, siempre, indefectiblemente, tenía que taparme con la palma de la mano izquierda, o con el índice de esa mano, el oído, para poder redactar siquiera un párrafo, un soneto. En tales ocasiones, encerrado en mi pieza con la pava y el mate, el cuaderno y la cama como atril, si mi vieja estaba en el departamento gravitaba sobre ella la amenaza consistente en recibir insultos, gritos y hasta algún libro arrojado a la cabeza si llegaba a abrir la puerta, a interrumpirme. Después, después de escribir un rato o unas horas y cuando ya tenía seca la sesera, se apoderaba de mí una angustia sideral y nada parecía tener sentido sino la elucubración acerca de aquello que había escrito. Así viví durante un año o más (más, en realidad, pero no quiero llegar a hablar del 97 o del 96 porque me estaría escapando del plan previsto por mí: hablar del 99).
Esa (el encierro) fue la circunstancia que maceró mi angustia y me llevó directamente al Centro de Salud Mental en el que tuve mi primera aproximación al psicoanálisis. Allí me presenté un día, ante una secretaria obesa y pelirroja, que gastaba unas gafas gruesas y nubosas.
-Buen día.
La mujer bajó la cabeza y me miró por encima de las gafas. Pero no hubo respuesta de su parte. Como ella maniobraba unos papeles, pensé naturalmente que su intención tácita era que yo esperara, por lo tanto, advirtiendo la presencia de una ventana que traía los colores del jardín, me llevé las manos a la espalda, en actitud paciente, y me acerqué con calma a esa ventana a disfrutar dichoso de la vista. Permanecí un momento así, henchido de actitud contemplativa, hasta que, detrás de mí:
-Qué necesitás –dijo de pronto la mujer obesa, en un tono que daba a entender que yo no le agradaba y menos le agradaba mi iniciativa de acercarme a la ventana y mirar a su través.
-Buen día –repetí volviendo sobre mis pasos-. Estoy interesado en empezar una terapia.
Se reiteró lo mismo que al principio: la mujer, pelirroja, silente e impertérrita, se limitó a mirarme sin hablar, por encima de las gafas nebulosas. Un testigo casual de la situación habría creído, dada la manera en la que esa señora me miraba, que yo acababa de proponerle que practicáramos un acto de sodomía, por lo menos, tal era la iracundia sorda y sibilina que destilaban sus pupilas. Pero no; yo, sencillamente, acababa de saludarla y hacerle una consulta, nada más. Otra vez, sintiéndome incómodo ante los ojos de ella, esperé unos prudenciales cinco, seis segundos (contaba mentalmente esos segundos en tanto nuestros ojos se enlazaban) y finalmente giré, de nuevo, sobre mí, con la intención de regresar a la ventana.
-Decime, ¿vos sos tonto?
Eso me sorprendió.
-Señora…
-Primero me preguntás y después te vas caminando para allá!
-No, sinceramente…
Ahora sí que me sentía azorado.
-Decime tu nombre.
-Nicolás , Nicolás Sarquiz.
-Edad.
-Veintidós.
-¿Problemas de horario?
-¿?
-Si tenés problemas de horario.
-Ah, no, no.
-Bueno, tomá. Llená esta ficha.
Me entregó un papelucho con desdén y volvió a bajar la cabeza a sus asuntos.
La verdad era que no tenía bolígrafo, para completar el formulario que figuraba en la hoja, pero tampoco tenía el coraje suficiente como para pedirle uno a esa mujer. Así que salí de la oficina a uno de los largos pasillos del Centro de Salud Mental confiando en que podría cruzar a alguien que me prestara algo con qué escribir.
La fauna heterogénea del pasillo ameritaría un capítulo aparte, pero no me voy a detener en ella ahora. Sólo quiero mencionar el hecho que me impulsó a ir otra vez a ese lugar, luego de haber pasado por la oficina de la sarcástica mujer obesa. Cuando me vi en el pasillo, por el que iban y venían gentes de todos los tamaños y colores, mi primera intención era enfilar hacia la puerta de calle y escapar, pero fue allí cuando vi, medio apoyada en la pared, la cabeza encasquetada en una gorra de lana (era octubre o noviembre y hacía bastante calor), a una muchacha pálida y perdida, ajena por completo al tráfago incesante del pasillo y casi me animaría a decir ajena al uso del ejercicio racional. Era como una figura exangüe apartada de un cuadro de Toulouse; y ese estar aparte, ese carácter excéntrico y distante, era precisamente lo que la hacía más llamativa, más íntima, más interesante.
Algo que habita en mí y que me acerca de manera natural a las mujeres, al género femenino en general, hizo que me acercara a esa muchacha, me inclinara un poquito hacia su cara y en un susurro, casi, le dijera:
-¿No tendrías un bolígrafo para prestarme, por favor?
Aparentemente mi intervención categórica en su entorno, la perturbó. Se puso muy nerviosa y con dos manos flacas, evidentemente temblorosas, abrió una especie de morral que traía cruzado sobre el torso y sus dedos extrajeron de él un lápiz negro de punta más bien roma. El lápiz no me servía para escribir nada que hubiera de ser legible, pero no tuve fortaleza para negárselo.
-Gracias –dije-. Lleno esto y en seguida te lo alcanzo.
Me acerqué a una tarima que había contra la pared y adopté la actitud concentrada de quien llena un formulario, aunque en realidad todo lo que hice fue escribir, con ese lápiz gordo que parecía menos un lápiz que un delineador de labios:

ACABO DE ENCONTRARLA. EN REALIDAD, NO SÉ, PERO CREO QUE ACABO DE ENCONTRARLA. ESTÁ INDEFENSA, SOLA, Y ESTA MAÑANA SE LLENA DE SENTIDO POR EL HECHO DE QUE ACABO DE ENCONTRARLA.

Regocijado, escribía eso hasta que levanté la cabeza seguro de que ella me estaba mirando. Pero no. Había desaparecido. Miré por el pasillo a uno y otro lado, corrí hasta el recodo y miré allí: no estaba. Entonces salí corriendo a la calle y tampoco estaba ahí. Y sentí algo que había oído muchas veces: fue como si la tierra se la hubiera tragado. Desanimado entré de nuevo al Centro y lo recorrí de manera íntegra. Nada, no estaba. Experimenté un ataque de tristeza tan grande, que tuve unos deseos locos de escribir. Guardé el lápiz y el papel en un bolsillo, empecé a caminar y me dije que mi vida sería indigna
si no hacía todo lo posible para volver a verla.

Este verano, con Clara y con mi hijita, cargamos unos bolsos y fuimos a la playa. Una noche, mientras ellas dormían y yo me interrogaba, descubrí que la luna estaba ahí, al toque, y la fotografié.

sábado, junio 23, 2007

Quise ser escritor, quise encontrar
en la prosa una forma de ficción
que pudiera plasmar mi condición
itinerante… y no dejé de hablar.

Retorné a la poesía, ese lugar
en el que estaba, atenta, la niñez.
Hice de eso mi savia, y otra vez
me desbocaba: no dejé de hablar.

Entonces quise ser otro: lo fui.
Fui amante, fui adecuado, fui papá
y no dejé de ser trabajador.

¿Y el dios de la Tormenta que hay en mí,
la palabra precisa, dónde está?
Hoy no consigo hablar de ese dolor.

viernes, junio 22, 2007

Estoy en Chacarita. En un vagón de tren. Es el martes 21 o 22 o 23 de octubre. La gente va evolutivamente atestando este vagón. Veo, en el andén vecino, un vagón vacío, lúgubre, por el que sólo se pasean las palomas.


(Este texto lo acabo de encontrar. Lo escribí en la primera página de un libro de Hans Erich Nossack, Espirales, en el año 98 o 99 o 2000 o 2001. No sé.)

jueves, junio 21, 2007

Me gusta mucho el comentario que me hizo alguien, a saber: que el nombre de este blog pueda aludir, de una manera esquiva y en segunda persona, a flatulencias.

A VER...

Tan alejado estoy de la escritura,
desde hace tanto tiempo que no escribo,
que recorro la casa pensativo,
la casa si final, la casa oscura.

La casa que recorro está formada
por los libros insólitos que leo.
Cada libro prolonga mi recreo
y después del recreo está la nada.

En esa nada soy, como un infante,
a la vez aprendiz y trashumante
creador de la palabra que no digo.

Cuando vuelva a escribir, la casa acaso
va a ser el hospedaje del fracaso
de esa absurda palabra que persigo.

miércoles, junio 20, 2007

ALGO SOBRE LA RIMA

Un poco porque no puedo, en poesía, escribir otra cosa y otro poco porque me crié leyendo a los modernistas latinoamericanos y a los popes del siglo de oro español, siempre termino escribiendo un soneto o una maldita poesía rimada.
Ahora bien, gentes a quien respeto, amantes de la lectura, han poco menos que defenestrado esta mi afición, en ocasiones pletórica, de hallar cierta forma de belleza en el endecasílabo de Herrera y Ressig o en los poemas de Lope. Pero, qué puedo hacer. He llegado a la conclusión de que debo ser estúpido, sin duda, o loco.
Otro día, con más tiempo, me voy a extender más sobre este tema que para mí es central, como el ombligo.
I
Mi corazón sitiado,
cercado de sonido,
sepulcro del pasado
consumido,

de pronto se levanta
y entre la sombra labra
la música que canta
mi palabra

y mi palabra quiere
mostrarle la preciosa
canción que la zahiere
silenciosa

pero mi duda es mucha
con ese son que siente
pues ¿cómo es que se escucha
lo silente?

Inmerso en el problema
de mi canción, escribo
sufriendo su anatema
destructivo

y despiadadamente
deshago lo que digo
porque ese son silente
va conmigo

y vivo demorando
la siempre demorada
canción que irá cantando
mi mirada,

es esa mi utopía
humildemente amada:
que busque mi alma un día
la mirada

y que la gente sienta
mi corazón terrible
viendo una canción lenta
e inaudible

sobre mis pobres ojos,
brotando, reflejada,
rastreando los despojos
de la nada

del corazón, sitiado,
cercado de sonido,
sepulcro del pasado
consumido.

LLUEVE

Desde hace un rato, llueve. Hoy no fui a laburar (el día estaba especial para no ir a laburar) y me quedé practicando el ejercicio de lectura que llevo a cabo siempre y que consiste en: juntar, medio al azar, 4, 5, 6 libros, prepararme en una taza generosa mate con granos de café y después tirarme a leer un rato aquello que la azarosa ventura de mis ojos vaya hallando, mientras tomo mi mate y, dentro de mí, aparece eso que Felisberto Hernández definió como "una planta, que puede tener o no hojas de poesía, o al menos algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos". Esa planta aparece, la palabra se inquieta y escribo algún soneto o algún párrafo. En fin.
Por otra parte, me interesa sobremanera el universo BLOG. Hace muy poco los visito y ya encontré algunas gemas entre el cieno.
No sé si alguien me va a leer.
No sé si voy a seguir co esto.
Pero sé que esta tarde fue distinta gracias a este istrumento virtual, cibernético, huidizo.

Además...


Seré la sombra ciega,
la fatigada sombra que te siga
y pierda, desasida
del cauce del abrazo,
de la lenta materia desasida,
tu forma, mi tormento
.

QUE ALGUIEN MATE A ESTE GATO


Creo que todo empezó esa madrugada, la noche de un domingo. Clara se había acostado tarde, ebria de marihuana, junto a mí. Después de un rato de dormir o dormitar, levantó la cabeza.

-Qué pasa, corazón?

-Tenés que crear un blog.

-Un blog?

-Sí. Y se tiene que llamar: "Entre tus truenos".

Después siguió durmiendo. Pero yo repetí las palabras, entre dientes, susurrando: "Tus truenos. Entre tus truenos". Algo había ahí, en las palabras, que destilaba un tiempo de poesía. Algo que yo podía estimar, que yo veía. Entonces, me dormí. Y soñé con un gato tonto, gris, de mirada amarilla y trompa breve.

De algún modo, desde aquella siniestra madrugada, la imagen de ese gato está dentro de mí. No consigo quitármela de encima. Necesito que el mundo sepa esto; que a cualquiera le puede pasar; que a partir de una noche, por ejemplo, la figura grisácea de un felino, temiblemente inmóvil, falsa, engañosamente manso, puede entrar en el cráneo de cualquiera de ustedes y no salir jamás! Y eso es terrible!!! Créanlo!!! Que alguien mate a este gato, si lo ve!!!!!!