sábado, septiembre 29, 2007

PAPPO






Fue en febrero, en la madrugada del día 25, en el año 2005.
Yo estaba laburando en una estación de servicio, en el shop, y mi horario de entrada era a las seis de la mañana. Iba siempre al trabajo en biclicleta, salía con el tiempo más que justo, pedaleaba las treinta o cuarenta cuadras que me separaban de la estación y llegaba empapado de sudor, siempre diez o quince minutos tarde, con la consecuente circunstancia de tener que ver después al gordo que laburaba en el turno de la noche improvisando muecas estentóreas, poniendo cara de orto, aunque la cara de ese gordo ya fuera un orto de por sí, sin la necesidad de que ninguna mueca acentuara su fealdad (y si hablo así de él es solamente por esto: era una mala persona, nada más).
Bien, mis tareas al llegar consistían en recibir el traspaso (un fajo aprisionado con una bandita elástica, que contenía sendos fajitos de $100 cada uno), debía contar la guita y cerciorarme de que hubiera 900 pesos o una luca ya que ése era el monto habitual en que el traspaso consistía. Después tenía que contar los atados de cigarrillos, ver que todo estuviera limpio y por fin, sí, ponerme a tomar mate con los playeros de turno, que en su gran mayoría eran unos rufianes muy simpáticos y tenían mucha noche y mucha vida encima.
Muy bien, ese día, esa madrugada, no recuerdo si llegué tarde o temprano pero lo que sí recuerdo es que en el aparato de TV que colgaba de una pared del shop estaba puesto el canal de Crónica y había una placa grande y rabiosa en la que se leía sobre un fondo rojo: MURIÓ PAPPO o MURIÓ EL MÚSICO PAPPO o algo así. Y ahí estaba, en la ruta, el cuerpo de Norberto Napolitano ya sin vida, mientras Crónica se regodeaba haciendo unos primeros planos de la sangre que había formado un charco en torno a la cabeza.
Cuando vi eso, algo, no sé qué, dejó de tener sentido para mí. Esa fue una mañana diferente.

Se mató andando en moto, en su Harley. El nombre de la moto era Victoria.

domingo, septiembre 23, 2007

PALOMA






Ser padre, qué será.
Hoy estuve todo el día con Paloma, mi hijita de cuatro años, compartiendo esa jerga y esos juegos que solamente yo tengo con ella y que ella pone en práctica conmigo, sólo con su papá y con nadie más. Cómo lo sé, cómo sé que esas palabras que Paloma usa conmigo, ese preciso código gestual que me hace a mí saber, sólo con un mohín en sus mejillas, que ella se siente bien, o que se siente mal, que tiene hambre, o la cara de me quiero ir ya mismo de acá que me hace cada tanto en los sitios y lugares más insólitos, eso, cómo lo sé? Lo sé. Solo lo sé. Y puedo pensar ahora que a todo padre quizá le sucede lo mismo con un hijo que atraviesa el estadio de la primera infancia, pero... no. Sinceramente creo que no. Lo que sucede con Paloma es único.
Bueno, no debería hablar de eso aquí porque, desde luego, no puedo ser objetivo en absoluto a la hora de explicar sus cualidades, sus intrínsecas características, sus dones.

Mi idea original era contar que hoy fuimos a la plaza y que estuvimos ahí unas cuatro horas. Ella se puso a jugar sola en la arena con el balde, el rastrillo y la palita (los mismos que alguna vez forjaron un castillo, o el proyecto difuso de un castillo, con la arena marina, hospitalaria, de una playa especial, en Villa Gesell).
Paloma siempre es más bien solitaria a la hora de crear un universo lúdico en su entorno; a veces, incluso, la presencia de otros chicos parece hasta molestarla, en un principio. Luego se deja ser y es una niña más entre los niños que se ensucian y corren en la plaza.
Hoy, cuando llegamos, quiso que la hamacara un rato, porque si algo le gusta a Paloma es que la hamaque, que la hamaque y que, mientras la hamaco, le haga muecas, pantomimas, bromas, le cante canciones bobas y revolee lo ojos, entonces ella se ríe como si yo en verdad fuera gracioso, como si verdaderamente mis números artísticos creados en exclusiva para ella constituyeran un prodigio único, fueran la flor del humor, algo exquisito. Eso, ese reconocimiento que ella brinda, me hace crecer de pronto, me hace grande.

En realidad no puedo escribir ahora porque el ambiente en el que estoy redactando esto se ha visto súbitamente enrarecido por la llegada de alguien que, voluntaria o involuntariamente, empasta el devenir de las palabras.
No importa.

Lo cierto es que Paloma empezó a hacer un pozo en la arena y apareció de la nada un chico que, a simple vista, no podía tener más de dos años. Y bailaba. Había un banda tocando música reggae a unos veinte metros de nosotros, en una de las esquinas de la plaza, y el pibe bailaba al compás de la música de un modo inevitablemente cómico. Me preguntó si podía jugar con los chiches de Paloma, que estaban desperdigados por la arena. Sí, claro, dije, jueguen juntos.
Paloma estaba llenando un balde con arena y piedritas y decía que estaba haciendo la comida; el chico, que se llamaba Joel (si no le entendí mal) le quería sacar el balde para hacer no sé qué. Ahí empezaron las discusiones. Me encontré diciendo: Jueguen, jueguen un rato cada uno, mientras sentía que estaba exhalando paternidad por todos los poros de mi cuerpo. Después Joel se obsesionó con la banda de reggae y quería que fuéramos a verla. "Vamo, vamo allá" me decía. Dentro de un rato, dentro de un rato vamos, contestaba invariablemente yo mientras giraba la cabeza a diestra y a siniestra buscando establecer contacto visual con la madre invisible de Joel, o con el padre, pero ninguno de los dos aparecía. Hasta que sucedió lo del rastrillo. Tanto Paloma como Joel acudían a mí de tanto en tanto para que determinara quién de los dos debía manejar un pequeño rastrillo de plástico que, al parecer, era uno de los chiches más atractivos del conjunto de los chiches de Paloma. Yo decía, Bueno, jugá un ratito vos, Paloma, o bien, Bueno, ahora prestáselo a Joel. En una de ésas, el rastrillito lo tenía Paloma pero lo había dejado a un costado mientras juntaba arena con las manos. Entonces Joel, esta vez sin preguntarme nada ni pedirme ningún tipo de permiso, vio una oportunidad irrepetible al advertir el rastrillo abandonado, corrió hasta llegar a él y lo agarró. Paloma se dio cuenta de inmediato de la fugaz y desleal maniobra y, poniendo los brazos en jarra, miró a Joel como una tía indulgente miraría quizás a su sobrino mientras éste le roba un caramelo: sonriendo con cierta sorna, alzando mucho las cejas, como sin acertar a tomar la decisión de retarlo o bien de darle un beso.
Muy bien, en ese gesto, en esa actitud puntual, yo me reconocí, me conocí. Cabalmente. Ése era yo de chico. Pude ver a Pedrito ahí, en Paloma.

Nada más, por hoy, que ya es bastante.

miércoles, septiembre 19, 2007

ALMA

Ni las calles dormidas ni el espacio desierto
de la vieja poesía, esa loca de atar,
me devuelven tu imagen, y mis ojos han muerto
en la sombra, brillando, sin tener qué mirar.

Te busqué entre los reos y esperé entre los sabios
a que resplandeciese tu figura, tu voz,
y los trémulos nombres que te dieron mis labios
fueron más importantes que Cortázar y Dios.

Nunca estabas... "Acaso -yo pensaba contrito-
no la busco en la forma en que debiera buscar."
Y los años ancianos y el dolor infinito
no me daban tu imagen, ni tu amor, ni tu edad.

Te llamé Dios, Poesía, Musa lánguida, loca
ansia oscura del tiempo que por siempre perdí.

Pero toda palabra que escapó de mi boca
era vana: ignoraba que morabas en mí.

Hoy lo sé y sin embargo no consigo encontrarte
y han pasado los años, la cultura, el honor...
Nada tengo, Alma mía, para reconquistarte?
Ni estos versos nocturnos, ni mi agónico amor?





martes, septiembre 18, 2007

KUY SALE A CAMINAR

Estuve ausente. Durante algunos días casi no me senté ante esta máquina.
Estuve muriendo un poco, eso es lo cierto.
A veces, como me sucedió hoy, camino la ciudad y la recorro mirando sin mirar a las personas. Hay mucha gente linda y mucha gente fea. Hay demasiada gente en Buenos Aires.
Cuando voy caminando, o sea cuando paso una o dos horas caminando, siento, no sé por qué, que tengo quince años, diecisiete, siento que vuelvo a ser adolescente; me enamoro al azar de alguna chica.
Pero qué será eso que busco cuando camino?
Qué será?
No lo sé. Acaso salgo y camino porque eso me hace pensar, me ayuda a acomodar las cosas adentro de la casa que tengo en la cabeza.
Mi cabeza, mi casa, es un desorden y cuando siento que tengo que ordenarla no sé por dónde empezar. Salir a caminar quizá es como abrir las puertas y ventanas para que el aire corra por mi mente. Claro.
El año pasado yo hacía doscientas cuadras diarias de bicicleta y Taekwondo dos veces por semana. Corría por mi cabeza tanto aire que eso no daba ocasión a que ahí adentro se desordenara nada.
En cambio, ahora...
Ahora vivo abandonando empleos, yendo a entrevistas inútiles, tomando mate, mate, más mate, preguntándome qué carajo voy a hacer si necesito escribir, necesito vivir cerca del mar pero a la vez cerquita de mi hija. Necesito danzar todos los días, reír como un chimpancé, vivir, vivir.

martes, septiembre 11, 2007

VILLA GESELL

Tengo unas ganas LOCAS de irme a vivir a Villa Gesell. Si alguien tiene una idea acerca de cómo me puedo ganar la vida ahí, deposítela, por favor, a modo de comentario en donde dice toques.

lunes, septiembre 10, 2007

UNA CARTA DE BUKOWSKI (pasen por alto el canon ortográfico, porque copié y pegué de http://www.elortiba.org/bukow.html )






John William Corrington
Enero 17, 1961

Hola, Sr. Corrington:

Bien, a veces ayuda recibir cartas como la tuya.Ya son dos. Un joven de San Francisco escribió diciendome que algún día habrá quien escriba libros acerca de mi, si esto podra aydar en algo. Bueno, no estoy en busca de ayuda, o praise tampoco,y no estoy tratando de ser pesado. Pero yo solía jugar un juego conmigo mismo un juego llamado isla desierta, y mientras estaba tirado en la carcel, en la clase de arte o caminando hacia la ventanilla de diez dolares en las carreras, me preguntaba, Bukowsky, si tú estuvieras en una isla desierta, tú solo, y nunca ser encontrado excepto por pájarros y gusanos,tomarías una vara y rascarías palabras sobre la arena? Yo tenía que decir no, y por un rato esto resolvía un montón de cosas, y me dejaba seguir adelante y hacer un montón de cosas que yo no quería hacer,y me alejaba de la máquina de escribir y me ponía en el pabellón de caridad del hospital municipal, la sangre corriendo fuera de mis oidos, de mi boca y de mi culo, y ellos ahí esperando a que yo muriese, pero nada pasaba. Y cuado salía me preguntaba otra vez, Bukowsky, ¿si estuviertas en una isla desierta? y etc; y sabes, pienso que era que la sangre había abandonado mi cerebro, o algo, y yo decía sí, sí, yo tomaría una vara y rascaría palabras sobre la arena. Bueno, esto solucionaba un montón de cosas porque me permitía seguir adelante y hacer las cosas, todas las cosas que no quería hacer,y me dejaba tener la máquina de escribir también; y desde que ellos me dijeron que un trago más me mataría, ahora le he bajado a dos galones de cerveza al día.

Pero la escritura, por supuesto, cómo el matrimonio, la caída de la nieve o las llantas de los autos, no siempre perdura. Tú puedes ir a la cama el miercoles en la noche siendo un escritor y despertar el jueves por la mañana y ser otra cosa totalmente diferente. O puedes irte a la cama el miercoles por la noche siendo un plomero y despertar el jueves por la mañana siendo un escritor. Este es el mejor tipo de escritores... Muchos de ellos mueren. Claro. Por sus arduos intentos; o por otro lado, porque se vuelven famosos y todo lo que escriben es publicado y ya no tienen que buscar más. La muerte tiene muchas avenidas. Y si a pesar de todo tú dices que mi material te gusta, quiero que sepas que si se vuelve roto, no será porque trate demasiado duro o muy poco, será porque me quedado o sin cervezas o sin sanagre. Para lo que sirva, puedo permitirme esperar: Tengo mi vara y tengo mi arena.

Charles Bukowski


jueves, septiembre 06, 2007

LA VOZ

La voz de antiguas trovas de mundos medievales,
las odas y las liras labradas a su son,
qué frágil lejanía de imágenes virtuales
será la que abandone mis hábitos vocales
cuando la voz demude y acabe mi canción?

Lás pálidas efigies de las fotografías
fijadas en el margen de un tiempo y un lugar,
qué pérdida inocente de formas desvaídas,
qué frágiles visiones habitarán mis días
cuando mis ojos mueran y acabe de mirar?

Los labios temblorosos que han sido descubiertos
por labios y susurros librados al azar,
qué subitos resabios en hálitos desiertos
me invocarán buscando calor en labios muertos
cuando mi boca acabe de hablar y de besar?

Las débiles texturas que forman las facciones,
el rústico bosquejo de un gesto singular,
qué boca dilatada fingiendo diversiones,
qué pómulos, qué pieles querrán mis detecciones
cuando mis manos rotas no paren de temblar?

Los últimos aromas del humo de un sahumerio,
de un cuerpo, de un domingo, la ráfaga del mar,
qué flores en efluvio cubriendo el cementerio,
qué incógnitos perfumes huirán con su misterio
cuando conscientemente no pueda respirar?

Y qué de las vivencias que pierden mis pesares,
puesto que mi tristeza deshecha el porvenir?
Quién he de ser mañana sin tiempos ni lugares,
sin hechos, sin dolencias de breves avatares,
cuando este cuerpo ceda y acabe de vivir?

La voz de nuevas, vagas, etéreas intenciones
ritmando en un futuro mi oscuro corazón,
qué súbito comienzo creará mis sensaciones,
qué noche, qué suspenso, qué tiempo sin canciones,
cuando esa voz despierte y escuche mi canción?

martes, septiembre 04, 2007