martes, julio 15, 2008

La mañana, Zárate y Adela

Después de semanas sin trabajar, semanas en las que estuve caminando literalmente las paredes y comiendo guiso de clavos y langostas, sopas de soledad, pan de centeno, ayer empecé a laburar en una buena empresa y hoy salí a a caminar por Zárate y crucé la plaza de la fuente. Y hace un poco de calor. Y está instalada como un signo extraño esta ardua primavera en el invierno. Y la calle, la gente de la calle, tiene para mi ser otro carácter. Me enamoro de todas las pendejas, camino dando saltitos, danzando como un idiota idiotizado. En fin. Después, entro en un banco, me como una cola de cuarenta minutos y al llegar al mostrador de Informes, me despachan en diez, quince segundos. Salgo del banco ahíto de pesares y el sol no me parece hermoso ahora. Una gota resbala de mi frente, cuelga de mi nariz, alcanza el aire y al tomar contacto con el piso, estalla, estalla, todo Zárate estalla en esa gota.
Ahora voy a encontrarme con Adela. Adela es una vieja sabia y boba que conversa conmigo cada tanto. Le faltan todos los dientes, tiene sarna. Cuando me abraza, siento, al contacto de su cuerpo magro, todo el calor sublime de este mundo.