El hombre al que más odiaba se había mudado al departamento de al lado, ahora era su vecino. El día que se encontraran en el pasillo, el debería matarlo, a menos que fuera su vecino quien lo matara a él. De noche, sentado en el inodoro, mientras cagaba, se oía en su baño, ahí, a su lado, la voz del odiado. Evidentemente, la pared del baño era muy fina: dejaba pasar muy fácilmente la voz que lo enceguecía. No había nada que lo hiciera sufrir más, nada que le causara tanta vergüenza de sí mismo.Pero eso no era lo peor. Lo peor era que su vecino no lo conocía.
domingo, octubre 28, 2007
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6 comentarios:
Solo dos consejos:
1) Que acustice las paredes de su casa.
2) Qu eocnsulte con un Psicólogo.
esto es un frangmento de algo. Desarrolle, amigo...
Anais: estoy de acuerdo.
Pablo: sabés, yo pensé que el texto, breve, muy breve, debía terminar ahí. Pero puede ser un germen de otra cosa, una semilla.
Qué bueno que hiciste hincapié en eso.
los asesinatos suelen ser un poco así, mas premeditacion que certeza, mas calculo que resultado, pensarlo es haberlo cometido.
y el giordano allá firmante puede que tenga razón y puede que usted tambien la tenga, bien pueden dos razones darse la mano y salir a la plaza.
un abrazsooooooooooooo
Acá estoy, Señor.
Sí, sí. Soy yo.
Besos,
Lulú.
Teodora: precioso lo que decís acerca de las razones que salen a la plaza.
Lourdes: es raro llamarte así, Lulú. Intenté entrar a tu blog un par de veces pero me quedé en la puerta.
Muchos cambios en tu vida ultimamente, no?
Divina, tu foto.
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