miércoles, octubre 17, 2007

DACTILOGRAFÍA

No está mal, no?, que un blog me acompañe, a manera de diario. El punto es que siento que todo lo que escribo es un fiasco. Pienso en mandar el blog a la concha de su madre, deshacerme de él, suprimirlo, pero necesito un instante nada más para entender que, de hacerlo, de todos modos seguiría escribiendo en cuadernos que luego van llenar cajas que luego habrá que guardar en lo alto del placard, bien atrás, para que no jodan cuando uno busca otra cosa.
Entonces? Qué? Entonces prefiero almacenar esto virtualmente, aunque lamento y extraño el acto mecánico de escribir a mano. Pienso que (y esto se me está ocurriendo ahora) el hecho de escribir en un teclado me obliga a pensar más en lo que escribo; en cambio la escritura manuscrita guarda una relación directa con ese yo que no soy yo, o en todo caso que es mi yo más instintivo; con ese yo que surge, cuando escribo, y también guarda relación con lo anterior, con el pasado (porque uno aprende a escribir a mano a partir de los tres o cuatro años y ésa es, junto con el dibujo, una de las primeras herramientas que uno encuentra para indagarse, pensarse, conocerse, en cambio en mi caso el aprendizaje del manejo de un teclado comenzó a los quince o dieciséis años en un curso de dactilografía que dictaba un hombre gordo llamado Cortegoso. Ese hombre tenía un cargo, en el colegio al que yo asistía, cargo cuyo nombre siempre me pareció curioso: Prefecto de disciplina. En ese entonces yo no sabía muy bien lo que era un prefecto –ahora tampoco lo sé con certeza, pero voy al diccionario y ahí aparecen floridas definiciones- y me gustaba repetir en soledad las tres palabras: “Prefecto de disciplina”, “Prefecto”, porque, sin dejar de sentirlo de manera irónica, para mí el nombre tenía algo de título nobiliario, algo de extraño, algo que yo de algún modo agradecía porque era un condimento más que aderezaba el día).
Ahí aparece ese yo del que hablo más arriba. Comienzo a escribir para hablar no sé de qué; luego, a medida que la escritura avanza, veo que quería hablar de esa idea que tuve esta mañana: suprimir el blog, deshacerme de él, pero eso de inmediato me hace pensar en mí, escribiendo en cuadernos, en papeles, y resulta bastante natural que esa imagen me lleve a hablar de la escritura misma, o sea del acto mecánico de escribir. He ahí mi tema, me digo. Lo que me obsesiona es la escritura. Pero no preví que, amparado por un paréntesis, iba a aparecer de pronto Cortegoso, el taller de dactilografía que él dictaba (para el que había que quedarse después de clases dos veces por semana) y el recuerdo que tengo de mí mismo, en esa época. Eso, ese recuerdo, lo acerca a mi escritura el yo instintivo, ese yo que necesito que aparezca, cuando escribo, porque si no, para mí, escribir, no tiene ningún sentido.
Cortegoso era obeso, como dije, se peinaba a la gomina y recuerdo que le gustaba el fútbol. Lo recuerdo por un hecho secundario. Mi compañero de banco, Mariano Biglia, intercambiaba con él videocasetes que contenían, no sé, todos los partidos de Boca del año 85, digamos (a mí nunca me interesó fervientemente el fútbol, como espectador; sí jugaba, y creo que no jugaba demasiado mal, cada vez que se armaba un partido en el colegio).
Ya no sé qué es lo que estoy contando, pero quiero decir que Cortegoso, en las clases de dactilografía, se esmeraba de corazón para lograr que nosotros aprendiéramos a poner los dedos correctamente encima de las teclas.
-A S D F G, Ñ L K J H –repetía mientras los que estábamos ahí (el curso era opcional, así que si uno estaba ahí era porque quería) llenábamos hojas y hojas de ejercicios, aporreábamos las máquinas sin pausa.
No duré un año en ese colegio. Era un colegio privado, religioso, y mi vieja ya no podía pagarlo o le costaba mucho. Pobre, mi vieja. Lo cierto es que hubo que tramitar el pase antes de fin de año y de la noche a la mañana yo me vi en el aula de un colegio estatal, con nuevos compañeros y el recuerdo, entre tantas otras cosas, de un hombre gordo llamado Cortegoso que me dijo un par de veces: “Kuy, hay que insistir, hay que insistir”. Si de algún modo, algún día, él llegara a recibir este mensaje, quiero que sepa que le estoy agradecido.

Otro día voy a seguir con ese tema, con el tema del estudio en esa época. Tal vez cuente cómo pasé, de pronto, de ser un buen estudiante que obtenía notas honrosas, a ser uno de los peores estudiantes de la clase y a encariñarme demasiado con la calle, la música de blues y el vino tinto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pegale una lavada de cara al blog. Eso te va a ayudar.

anais dijo...

Caballero, le doy una sugerencia. Si le gusta escribir en papel con lapicera, hagalo, y luego, lo copia, lo pasa, y listo. Como hacíamos con las máquinas de escribir.
La mayoría de las cosas que ves en mi Blog, pasaron primero por el papel y la birome. Y tachones, llamadas, y todas esas cosas tan bonitas que se hacen sobre el papel, descontados, claro, los dibujitos de los márguenes.

Y, POR FAVOR, NO DEJES DE ESCRIBIR EN ESTE BLOG!!!!!!

Pablo Seguí dijo...

Hola, Kuy, ¿qué tal?

Hay dos razones por las que conviene seguir escribiendo blogs:

1) puedo seguir leyendo tus cosas: razón quizá egoísta, pero que otros también, supongo, apoyan, porque gusta tu estilo; y

2) permite, al escribir una entrada, que se te ocurra una nuevo idea, un nuevo tema, tal como ocurrió en ésta, hacia el final; un proyecto de trabajo.

La segunda razón podría darse también sin publicar, pero eso no permitiría que te lo comente fácilmente.

Razones en contra de escribir blogs las podés hallar ahí nomás.

Pero ¿quién nos quita la gloria de haber oído por primera vez de Cortegoso, de ese volumétrico apellido, de tal pomposo cargo?

Un abrazo.

. dijo...

hola! despues de casi tres meses, recorriendo mis mensajes, te encuentro...tanto tiempo no?
pasaron tantas cosas y casi nada
aca estoy, un día de la madre, mi hijo con su padre, el dice, mirá lo voy a convencer para ir a verte...
no se trata de convencer creo, la verdad, no se de que se trata ya
y aca, sola, sin mi madre, quizá vaya a llevarle flores
no dejes el blog, yo lo hice hace una semana, pero por un tiempo, hasta terminar con cosas inconclusas, pero, hoy extrañaba, y me puse leerlos a ustedes
te entiendo, yo también escribo al tacto, sin mirar, ymuy rapido, y está buenisimo, jaja

te mando un abrazo, y pronto cuando vuelva, ya con mas tiempo seguiré leyendote, sucede q al no linkearte, te perdí de vista, ahora voy a hacerlo, y ya no te pierdo más

besos
claudia

pd..y yo también escribo primero mis poemas en una libretita de 12x15 que llevo a todos lados, me gusta más, tacho, agrego, la entiendo solo yo
:)

Pedro Kuy dijo...

Pablo: gracias. No sólo al blog, ahora, sino también a mi vida le estoy pegando una lavada de cara. Lo que pasa es que cuesta desprenderse de la mugre que uno tanto ama.

Anais: tus palabras son demasiado generosas. Me las voy a colgar de las orejas y voy a salir con ellas a la calle.

Tamarit: voy a citar a Borges. Donde dice "a lo largo de los años" debe leerse "a lo largo de los meses". Por último, poné tu nombre donde dice Wilde. (Si alguien cree que exagero, es porque nunca ha leído a Tamarit.)

“Leyendo y releyendo, a lo largo de los años, a Wilde, noto un hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera: el hecho comprobable y elemental de que Wilde, casi siempre, tiene razón.”

Claudia: me gustó eso de escribir "al tacto" y los poemas en la libretita de 12x15.