domingo, septiembre 21, 2008

HEMINGWAY

Algunas de estas mañanas
que me toca vivir, en la inocencia
que despiden mis hábitos, mis libros,
la larga hora de tren que me separa
del abrazo en la casa de mi hija,
camino hasta una plaza, algunas cuadras,
ataviado con ropa deportiva
y corro media hora, un poco más
en torno de la plaza. Es infinita
la despreocupación que eso me da.

Una de las veredas de la plaza
es la casa (allí vive) un hombre solo
que se parece a Hemingway, al último
Hemingway: tiene barba y está gordo.
Básicamente el hombre se dedica
a leer, a interpretar el Evangelio,
"La palabra de Dios", así lo llama.

Si uno pasa a su lado puede oírlo:
cualquier transeúnte a veces se detiene
y Hemingway, exégeta, se enciende.
Pero, también, si nadie lo acompaña,
si uno pasa a su lado puede oírlo
hablándoles de Job a los fantasmas.

1 comentario:

anais dijo...

Y bueno, no está mal...

Hay que sembrar, no importa donde...


Besote, Pedro!


Güena salú y malos istintos.
a!