No sé cómo sucede. Pasan meses y años, yo me mudo de casa, de ciudad, de vida, y los cuadernos van mudándose conmigo; viajan en cajas, bolsas y bolsitos, son los mudos testigos de esa curiosa obsesión que tuve siempre, esa obsesión que consistía en hallarme, en descubrirme, en el vaivén de la palabra escrita.
Pasan meses y años. Una noche, una noche del año 2008, me pongo a revisar mis cachivaches y saco uno de mis cuadernos al azar. Lo llevo al baño, cierro la puerta, fumo y mientras fumo entreveo las palabras que alguna vez me obsesionaran tanto.
Y me da bronca haber perdido el tiempo. Y a la vez una extraña compasión se desenvuelve en la base de mi estómago. PObre, pienso, pobre ese pibe que escribía estas cosas, alejado del mundo de los otros, buscando qué, qué. Qué buscaba ese pibe delicado que pasaba las horas de las tardes hilvanando palabras en cuadernos?
Y, en verdad, yo no sé cómo sucede, pero, a poco de leer, a poco de leer lo que él escribe, yo siento que ese pibe se levanta y me invita a buscar lo que él buscaba. Sí, pero qué, qué eso que él buscaba, al escribir? Qué eso que él buscaba y que ahora busco?
No lo sé. Por lo pronto, he aquí un poema rimado de ese pibe, cuando, quién sabe a causa de qué influencia, todavía le daba por escribir de tú.
Una intención oculta palpita en el ambiente,
el ámbito hoy vedado al beso de la brisa;
con el mirar ajeno, de modo diferente,
deja que aleje el trazo su pálida premisa.
Del sol que va cubriendo, llevando los cristales
hacia las horas claras, la cama en que yacemos,
ya no sentimos sino vestigios laterales
o vagas sensaciones del cuerpo que perdemos.
Consoladoramente mi mano disimula
con una cariñosa caricia los efectos
del sueño que dilata la mano que la emula
trenzando dedos blandos con dedos insurrectos.
Por qué la boca leve que acaso me deshaga,
que acaso simplemente me labre y me libere,
se pierde en el espacio trizado por la vaga
penumbra paulatina de un mundo que se muere?
Qué tan lejanos luego, dejados de las manos
del dios omnipotente que labra la vigilia,
nos sentiremos meros efluvios inhumanos,
efluvios de un engaño que el sueño reconcilia?
Mas de la luz amena que corre y se deshace
dejándonos el giro de su melancolía,
el cuerpo es ese curso perpetuo del que nace
y tiembla, se deshace, renace la poesía.
(1997)
miércoles, marzo 19, 2008
CACHIVACHES
Por Pedro Kuy en 12:55:00 p. m. 4 toques
O sea: PERDIDO ENTRE CUADERNOS
martes, marzo 18, 2008
MI OBJETO
Pobre, como una tristeza de cosas caídas,
de objetos que dejamos o perdemos
en un rincón del cuarto y que miramos
un día en el futuro, torvamente,
con esa desazón que nos rebasa
cuando en el tiempo la materia tarda, cuando el tiempo
que en la materia tarda nos espera
si vemos un objeto, es lo pasado,
lo siempre necesario, te recuerdo.
Mi luz es ese tiempo en que nacimos
(no acabo de alcanzarme, lo comprendes?),
para no ser ahora lo que era,
para dejar de ser lo que no he sido
sino como el espejo de un espejo
(mi cara no pintaba tu apariencia?)
mi luz es el objeto deslumbrante,
la forma que comulga mi mirada,
comprendes lo que digo, nuestro tiempo?,
con ese objeto que una vida lleva,
que una vida olvidada dilapida
o deja en un rincón o que contempla
y que mira vejarse, tu recuerdo.
Pero pobre, mi luz es ese tiempo.
Cómo he de desechar el pacto, el rito,
la sombra que en la tarde me deshace
para ser una sombra si te miro?
Digo pobre, mi luz cuando te miro,
oh cuerpo de un objeto desasido
que su sombra prolonga y sintetiza,
difiere por el cuarto su dominio
y esa forma, su forma me asimila.
Tan pobre si te veo, si te sigo
y aun pobre cuando logro descuidarte.
Acaso dejarás de ser conmigo
si concibo el objeto de dejarte?
(Noviembre, 23, 1997)
Por Pedro Kuy en 11:12:00 a. m. 1 toques
O sea: PERDIDO ENTRE CUADERNOS
jueves, marzo 06, 2008
PERDIDO ENTRE CUADERNOS
Era el viento y el sol; era el invierno.
Remolinos sonoros, invisibles.
Giraban los lumínicos jirones
de los últimos rayos de la tarde.
Inmóviles, los ojos en los ojos,
callábamos, erguidos sobre el pasto.
Con leves devaneos termitentes
incógnitos oreos relamían
la brevedad mareada de su falda
(la cual flameaba así, como flamean
los símbolos, las velas de los barcos).
El sol con lentitud de ave baleada
dudó, como buscando el occidente,
y al fin decoloró detrás de ella
sesgando los contornos de su cráneo.
(Alguna indócil hebra en la melena
brilló. Miré el contraste paulatino
de sombras en los pómulos.) La tarde.
"Qué pasa?" dijo. "Nada." "Y esas lágrimas?"
Callé; las enjugué con una manga.
Lívidos y vibrátiles, sus labios
arqueáronse despacio, y algo triste
le comprimió los ojos jeroglíficos.
Un reverbero blanco, delincuente
caminó hacia la sombra de las manos
y los dos al unísono corrimos
la dirección del rostro, sin hablarnos:
perfilábase dócil una luna
noctámbula, con halo difusivo.
Un pájaro amarillo la cruzaba;
vimos la estela (se crispó su mano
al tiempo que la mía se crispaba).
Sentí los hormigueos de lo oscuro,
la inherente demencia de lo negro.
(1998)
Por Pedro Kuy en 8:43:00 p. m. 4 toques
O sea: PERDIDO ENTRE CUADERNOS
domingo, marzo 02, 2008
ESE LUGAR
Voy a empezar a andar
y a discernir
y a elegir un lugar
donde morir.
Adónde puede estar
ese lugar?
Lo quiero reiterar:
cerca del mar.
Una casa al final
de un malecón
y yo en el ventanal
o en el balcón.
Allí se agita el mar
cerca de mí.
Ya estoy en mi lugar,
estoy ahí.
Por Pedro Kuy en 3:53:00 p. m. 0 toques