sábado, noviembre 24, 2007

ZÀRATE

Andando en la costanera,
sobre la moto, sin mí,
quimera de mi quimera,
no sé qué zárate vi.

Como si estuviera afuera
de la ciudad que elegí,
me consumí en mi ceguera,
no sé qué Zárate vi.

Anduve calles y nombres
y por andar, me perdí,
un ánima entre los hombres,
no sé qué Zárate vi.

Lo bueno es que exista un río
que me permita, eso sí,
pensar en el mar, el mío,
el que anda dentro de mí.

Por ese mar codiciado
paseaba, viviendo aquí.
Dormía el río a mi lado...
Yo ya no sé lo que vi.

sábado, noviembre 17, 2007

Nada.

La mañana. La ducha. El gato entra en el baño. Maulla mientras me mira. Qué pasa, gato. Cierro los grifos y me seco. Me pongo el corazoncillo, una remera, levanto la persiana y miro afuera. Vivo en el cuarto piso de un edificio coqueto, uno de los tres o cuatro edificios altos que debe haber en Zárate. No sé. Ahí está la ciudad con sus casitas, los patios matinales, mucho verde, la línea azul del río, hacia el final, donde el agua se junta con cielo...
Paloma no está conmigo. Mañana, para encontrarme con ella, debo tomar el Chevallier (o como diablos sea que se escriba) hasta Once. Una hora y media de viaje, más o menos, dependiendo del tránsito en la ruta, del chofer.
Desde que vine, Paloma pasa conmigo tres o cuatro días por semana. Vamos a andar en moto, cantando histriónicamente mientras el viento nos cachetea. Gritamos mientras vamos en el aire, al azar de las calles zarateñas. El otro día, fuimos a la costanera, dejamos la moto en el pasto y nos pusimos a tirar piedras al río.
-Sabés hacer sapito? -le pregunté.
-No.
Me agaché, seleccioné un par de piedras romas de entre las piedras del suelo y las tiré sobre la superficie del agua procurando que las piedras rebotaran, que rebotaran en el agua un par de veces, antes de hundirse definitivamente.
No sé, esto lo cuento ahora pero más me gustaría dibujarlo. Si pudiera (si supiera) haría una pintura al óleo con ese motivo: un hombre, una niña, un cielo de color púrpura y el río. En el aire, un leve punto difuso sería la piedra cayendo.
Tal vez, si llegara a pintar ese cuadro alguna vez, algún ocasional espectador podría formularse esta pregunta, al verlo:
-Por qué siento que está cargado de tristeza, el hombre junto a la niña? Qué le pasa a ese hombre? Por qué sufre?


Qué bárbaro. Creo que ya no puedo escribir nada.

viernes, noviembre 02, 2007

ZÁRATE

Señoras y señores, eventuales paseantes, internautas: se confirmó, es un hecho: me voy a vivir a Zárate. OOOOOOHHHHHHHH!!!!!!!!! Y ahora? No sé. Va a haber una cantidad de cosas nuevas para mí, para estos ojos miopes inundados de ciudad, de asfalto. Tengo el secreto deseo de que en Zárate exista un mundo paralelo, un tiempo diferente, un oasis. Cada mudanza es una muerte. O sea: agonizo; en cuanto vea que empiezo a renacer, este espacio se va a llenar de Zárate y a su vez Zárate se llenará de mí, supongo.
En fin, vamos a ver.